Lejanía, aquello que separa entes ahora vacíos de sus más apreciadas quimeras, se observan tan lejos… pesan tanto que son abandonadas en cualquier mugrienta y fría esquina. ¿Y qué hacer cuando eso sucede? Rodear una vida de falacias, las sonrisas fingidas cubrirán el día a día, esas lágrimas contenidas que nunca pudieron atisbar la luz natural pudrirán milímetro por milímetro hasta los lugares más recónditos de tu alma.
Si, así es, a esto se le llama VIDA REAL. Nadie muestra su verdadero yo, las calles abarrotadas no muestran más que máscaras, caretas con las que cada ser humano se viste, únicamente por el mero hecho de ser aceptado en esto a lo que llamamos sociedad. ¿Pero de qué sirve que mil y una personas nos rodeen cuando realmente te encuentras solo? Buscas el cariño que nadie te podrá dar, excepto tú. Ese cariño que te llenaría de satisfacción, ese cariño que sentirías al poder decir, sí, al fin soy yo mismo… amor propio lo llaman algunos, yo simplemente pienso que es sinceridad.
“Ríe, llora, asústate, siente, deja que escalofríos recorran tus entrañas, todo tiene su momento, todo en su preciso instante…
No hay comentarios:
Publicar un comentario